Pero vamos a ver, ¿quién ha sido el tontolava que se le ocurrió semejante
majadería? Si tienes un pájaro en la mano ya lo conoces, ya lo controlas, ya
sabes quien es, donde trabaja (un suponer), qué gustos tiene y a qué dedica el
tiempo libre. Si tienes un pájaro en la mano eres absolutamente consciente de
lo visible, de lo material, de lo tangible, de lo real. Es algo que ya tienes.
¿Dónde queda, pues, la ilusión, los sueños a que invitan los cien pájaros
volando, la maravillosa expectación de lo desconocido, la vibración emocional
que te produce lo que no tienes y añoras, la magia del misterio que pueden
encerrar un centenar de gráciles volantines; el soñado porvenir. Entre esos
cien pájaros desconocidos puede haber un premio Nobel, o dos, aunque también
caerá, seguro, alguna Belén Esteban, que todo es posible: pero en esa
inquietud está lo divino. Lo de pájaro
en mano es conservador,, acomodaticio, monótono y aburrido, además de cruel. En
los ciento volando está el futuro, el ansia de aprender y la antorcha que
ilumina el final de un oscuro túnel. Total: quien se inventó esta frase era un
tipo (a) mediocre, pusilánime e insustancial. Y esos no interesan.
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